Ser santo, tu razón para vivir
El Señor nos quiere para ser santos. Esa debe ser la razón de nuestra vida. La humanidad busca riquezas, honor, buen nombre, fama… El ser humano cree que con todo esto será feliz y que llenará todas sus ansias y necesidades más profundas. Sin embargo, ahí no radica su felicidad.
Solo la santidad da felicidad al hombre. Lo llena, lo sacia. La santidad hace que el hombre entre dentro del amor de Dios, único lugar donde se encuentra la felicidad. Lugar donde el hombre puede sentirse comprendido, saciado y completo.
No se necesitan riquezas porque Dios es la suma riqueza. No se necesita honores porque el honor es todo para Dios. No se necesita buen nombre, porque solo existe el nombre Dios. No se necesita fama, por que lo único que existe es Dios y yo.
Buscar la santidad debe ser nuestra única razón en la vida.
Hay, por ahí, muchas personas que escriben, leen y asisten a charlas motivacionales. Lo hacen por el vacío que tienen en sus vidas. Necesitan que alguien les diga que son útiles, que son únicos, que pueden llevarse el mundo por delante. Lo hacen porque no tienen una razón para vivir. Les falta, simple y llanamente, darse cuenta de que Dios está ahí con ellos, que los ama, y que Dios quiere que nos acerquemos a Él.
Otros se dedican a los negocios, a hacer imperios económicos y a monopolizar los bienes. Se adentran a la vorágine del “quiero y puedo hacerlo”, del tener y más tener, no importa que se pisotee al prójimo, para luego darse cuenta que el primer millón no le llena y buscan ahora dos millones, y luego cuando dos millones no les sacia, siguen buscando ahora cuatro millones.
Si cada ser humano buscara la santidad, el mundo que conocemos sería totalmente diferente. Por eso dice San Josémaría Escrivá, que “estas crisis mundiales son crisis de santos”(Camino #50).
¿Quiéres sentirte que vales? ¿Quiéres ser comprendido y escuchado? ¿Quiéres sentirte amado? Entonces, ¿qué esperas para ser santo?