Santa Faustina, Apostol de la Divina Misericordia y Apostol de la Eucaristía
Hoy, 5 de Octubre, celebramos la fiesta de Santa Faustina Kowalska. Esta monja polaca la hemos conocido gracias a la devoción de la Divina Misericordia. ¿Quién de nosotros nunca a visto el cuadro de Jesús de la Divina Misericordia? ¿El cuadro donde esta pintado Jesús con su mano levantada en señal de bendición y en donde de su corazón salen dos rayos, uno blanco y otro rojo, símbolos de la agua y de la sangre que brotaron del costado de Jesús al ser traspasado por la lanza al momento de su crucificción?
Una de las cosas que más me gusta de la devoción a la Divina Misericordia es la oración que recitamos al comienzo de cada decena de la Coronilla de la Misericordia. “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y del mundo entero”. En esta oración sobresalen ciertas palabras que son ecos de la Eucaristía: ” el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad “.
Sabemos que en la Eucaristía, se encuentra el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por medio de las palabras del sacerdote, el pan y el vino dejan ya de ser pan y vino, y se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Aun cuando veamos que sean pan y vino, que nuestro paladar entienda que son pan y vino, la realidad íntima de la Eucaristía es que ya no son pan y vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Como no podemos separar el alma del ser humano de su cuerpo, si en la Eucaristía está el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se deduce también que en ella se encuentra el Alma de Cristo. La misma Alma que se nos reveló durante sus 33 años de vida. El Alma que nos revela a Dios Padre, ya que el mismo Jesús nos dijo que quien lo ve a Él, ve al Padre.
Así también, como Jesús es al mismo tiempo Dios y Hombre verdadero, no podemos separar su divinidad del resto de su cuerpo. Al ser Hombre, nos muestra lo que debe ser el hombre. Al ser Dios, nos muestra el amor de Dios para con sus hijos, ese amor de Dios que es su misericordia divina.
Como vemos, la Devoción de la Misericordia nos lleva a la Eucaristía, a ese don de Dios para con los hombres. Y a su vez, la Eucaristía nos lleva a la Misericordia de Dios, la cual es don para todos los hombres.