La Eucaristía, don de Dios y una pregunta para ti
¿Qué pasaría si en este momento Jesús se presentara delante de nosotros y nos pidiera hacer algo, como por ejemplo, ir a Misa a diario? Creo que simplemente por darnos cuenta de que es el mismo Jesús el que nos lo pide, lo haríamos. Hasta lo que entendiéramos como lo más absurdo lo haríamos sólo porque se trata de Dios mismo.
Tanto la primera lectura del Domingo XXI del Tiempo Ordinario, como el evangelio tratan sobre esto. Los Israelitas habían sido liberados de la esclavitud de Egipto. Fueron alimentados con el Maná del cielo. Y Dios les fue ayudando a conquistar los pequeños reinos paganos de sus alrededores. Josué les hace la siguiente pregunta: ¿van a seguir a Dios o a los otros dioses paganos, luego de ver las maravillas que Dios ha hecho con ustedes? Josué, seguro de la verdad y bondad de Dios, les dice que él y su familia no renunciarían nunca a Dios.
Nos podríamos preguntar ahora, ¿sigo a Dios en todo momento? ¿Sigo a Dios que tantos favores me ha hecho en esta vida? O, ¿sigo a otros dioses, como al dinero, a la lujuria, al chisme, a la avaricia o a la envidia?
Para colmo, Dios no solo nos da cosas materiales constantemente como lo hizo con los Israelitas. Dios nos dió a su hijo Jesús y Éste a su vez nos dió su propio cuerpo y su propia sangre como comida, como alimento. Él nos dijo que quien coma de su cuerpo y beba de su sangre tendrá vida eterna. Él lo dijo literalmente. Y, ¿cómo lo sabemos? Por la reacción de los discípulos en el evangelio. Muchos vieron como absurdo el que una persona les pidiera comer de su propio cuerpo, y más aún, beber su sangre. Ellos entendieron literalmente qué significaba eso de comer la carne y beber la sangre de un ser humano.
El comer el Cuerpo y el beber la Sangre de Jesús es lo que ahora llamamos Eucaristía. Es lo que hacemos en cada Misa alrededor del mundo. Jesús a través del sacerdote convierte el pan y el vino en su propio Cuerpo y en su propia Sangre. Luego, todos los que estamos aptos, nos acercamos al altar para comulgar, para comer literalmente su Cuerpo y algunas veces beber su Sangre.
Podríamos preguntarnos ahora, ¿creo que es Jesús a quien recibo cuando comulgo? ¿Vivo yo ese momento tan glorioso en que Jesús viene a mi? ¿Me preparo dignamente para recibirlo, confesando aquellos pecados que me alejan de Dios? O, ¿voy a comulgar por rutina, como quien recibe un dulce de parte de alguien sin profundizar en lo que voy a recibir? ¿Recibo a Jesús sabiendo que tengo algún pecado mortal que me aleja de Él?
La Eucaristía es el don más preciado que Jesús nos ha dado. Él mismo nos lo ha dado y nos ha dicho como recibirlo. Lo menos que podríamos hacer es recibirlo con amor y dignidad. ¡Demos gracias a Dios por este maravilloso don! Solo en nuestra Iglesia Católica podemos cumplir con ese mandato de comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Jesús.