¿Quién puede interpretar la Palabra de Dios?
La Palabra de Dios nos ha sido revelada por Jesucristo y ha sido dada a los Apóstoles. La Palabra de Dios nos llega a través de la Iglesia, por medio de las Escrituras y de la Tradición. Pero, ¿quién tiene la potestad de interpretarla? ¿A quién Jesús le encomendó esa tarea?
La Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia
Solo el Magisterio de la Iglesia tiene la potestad y la tarea de interpretar la Palabra de Dios, ya sean las Escrituras o la Tradición. El Magisterio es la unión de todos los obispos con el Sucesor de Pedro, el Papa (CIC #85). Esto quiere decir que los obispos sin contar con el Papa están incapacitados de interpretar la Palabra de Dios. De igual manera, el Papa sin contar con los obispos está incapacitado de hacerlo.
El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios. No puede añadirle, ni quitarle ni una letra ni un punto. Tampoco puede alterarla para acomodarla al agrado de todos. Simplemente, el Magisterio está al servicio de la Palabra de Dios.
El Magisterio escucha la Palabra de Dios y la custodia, para que nada ni nadie cambie lo que Jesús nos ha enseñado. Por lo tanto, le corresponde interpretarla, así como explicarla, para que todo cristiano pueda recibirla y escucharla. (CIC #86).
La Palabra de Dios y el papel de los fieles
Los fieles cristianos escuchan y reciben con docilidad la Palabra de Dios (CIC #87). Por ello, los fieles deben estar al tanto de lo que el Magisterio continuamente expone por medio de escritos y homilías, para el bien de toda la Iglesia.
Otra manera en que la Palabra de Dios se nos transmite, es a través de la celebración de los misterios cristianos; muy en especial, a través de la celebración de la Eucaristía. Por ello, nuestro deber como fieles, radica en estar atentos a lo que nuestros obispos y el Papa enseñan, así como en celebrar dignamente los misterios cristianos.
Es el Espíritu Santo quien gobierna a la Iglesia por medio del Magisterio. Es por ello, que el fiel tiene el deber de comprender la Palabra de Dios, de profundizarla y de hacerla parte de su vida; siempre siguiendo la dirección del Magisterio (CIC #93).