Dios está en nosotros
Dios está en nosotros. Ésta es una de las realidades más importantes de nuestra vida espiritual…
El Bautismo… la puerta de entrada.
Con el Sacramento del Bautismo, no solo se nos limpia del pecado original, sino que Dios Uno y Trino, hace su morada en nosotros. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vienen a vivir en nuestra alma. Ya Jesús nos decía que el Padre y Él podían morar en nosotros (Jn. 14, 23); y el mismo San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo (1 Cor. 6, 19). Éste es uno de los frutos del Bautismo que muchas veces no nos sentamos a meditar. Y es más, si Dios es amor… lo que hay en nosotros es el amor mismo de Dios.
El Pecado Mortal y el alejamiento de Dios.
Sin embargo, el pecado mortal hace que Dios se aleje de nosotros. Si el pecado mortal es decirle a Dios que no sea nuestro Dios… Dios simplemente se aleja de nosotros, no porque seamos malos o que no valgamos para nada… sino porque somos nosotros quienes rechazamos a Dios, a pesar de todo el amor que Él quiera darnos. Él, simplemente, se aleja pues nosotros le decimos “vete”, y Él respeta nuestra libertad.
La confesión de nuestros pecados… un volver de Dios.
Ahora bien, Él no se aleja del todo… Él continúa rondando a nuestro alrededor. Él quiere amarnos y sabe que nosotros sin su Amor no podemos vivir. Por eso instituyó el Sacramento de la Penitencia o el Sacramento de la Confesión. Al confesar todos nuestros pecados mortales y recibir la absolución de parte de un sacerdote, Dios vuelve a morar nuevamente en nosotros.
La oración… hablar con Dios en nosotros.
Una de las consecuencias de que Dios esté en nosotros, nos llevará a mejorar nuestra vida de oración. Si Dios está en nosotros, no tenemos que buscarle fuera de nosotros… no tenemos que mirar al cielo para orar… simplemente debemos de buscar a Dios en nuestro corazón, en nuestro ser.
Os dejo con un poema de Santa Teresa de Jesús que resume cómo debe ser la oración a Dios en nosotros.
Alma, buscarte has en mí
Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.
Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y a Mí buscarme has en ti.