Dichosos los que crean sin haber visto
El Evangelio del Domingo de la Misericordia nos relata la aparición de Jesús al apóstol Tomás. Una aparición constatada por el Evangelio de San Juan para alentarnos a nosotros a vivir la experiencia de Jesús Resucitado.
Tomás no había estado durante las primeras apariciones de Jesús a los apóstoles. Los demás le habrían dicho “Hemos visto al Señor”. Y Tomás no cree. Necesita la prueba empírica, la prueba científica de que Jesús está vivo. Por eso la recriminación amorosa de Jesús…”Trae tu dedo… Trae tu mano…”
Esto sucedió hace dos mil años. Ya Jesús no está con nosotros en su cuerpo resucitado ya que ascendió a los cielos. No le veremos como lo vieron los apóstoles. Nosotros no lo podemos ver con los ojos del cuerpo, pero si lo podemos ver con los ojos de la fe. “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Sí, somos dichosos. Dichosos… porque Jesús vive.
¿Cómo vive Jesús ahora junto a nosotros? Vive entre nosotros a través de su Iglesia. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y Cristo es su Cabeza, según palabras de San Pablo. La Iglesia hace presente a Jesús en cuanto a sus miembros y en cuanto a sus sacramentos.
Vive entre nosotros en los ministros de la Iglesia. Cada obispo y cada sacerdote son un Jesús en la tierra, pues pueden perdonar los pecados y derramar las gracias de la Iglesia a través de su ministerio. Ellos son otros cristos.
Vive entre nosotros en nuestros hermanos, porque así como tratemos a nuestros hermanos… así tratamos a Jesús. Recuerdas el ¿Cuándo te vimos desnudo, hambriento, etc…?
Vive entre nosotros en la oración comunitaria. Porque donde estén dos o más reunidos en mi nombre, ahí estaré yo.
Vive entre nosotros en la Palabra, en los escritos de la Biblia, en especial los del Nuevo Testamento, donde están plasmadas sus palabras.
Vive entre nosotros en la Eucaristía, donde a través de las palabras del sacerdote, el pan y vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre, en el Alma y la Divinidad de Jesucristo.
Vive en nuestra alma, si estamos en estado de gracia. Jesús prometió que el Padre y Él harían morada en nuestras almas. Pero para ello, debemos estar en gracia, es decir no estar en pecado mortal. Si estamos en pecado mortal, corramos a la confesión, donde no solo recibimos el perdón divino, sino que toda la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo toman morada en nosotros.
Por eso… “Dichosos los que crean sin haber visto”.