Después de las elecciones, ¿dónde está Dios?
Luego del resultado de las elecciones presidenciales del pasado martes, es sorprendente ver las caras de los seguidores de los partidos políticos de Estados Unidos. Unos muestran caras de tristeza, de agobio, de frustración por lo que significa que su candidato no haya sido electo. Los otros, muestran caras de satisfacción, de sentirse escuchados, por haber sido elegido su candidato.
Es sorprendente ver estas caras, pues nos hablan de las prioridades de la gente. Unos hablaban de lucha de clases, de racismo o desigualdad de género. Otros de trabajo o progreso. Los más, de corrupción, de mentiras y escándalos.
Ahora unos lloran, otros ríen. Otros ven la debacle que se formará en el mundo. Otros de eventos casi apocalípticos.
Las elecciones y la falta de Dios
Pero lo más sorprendente de todo esto es la falta de Dios. La política siempre olvida a Dios. Es como si los pueblos solo le echan ganas a lo que sucede en la política porque es su único redentor; el único que los puede salvar de su pobreza, de su vida penosa. Solo le echan ganas a lo que sucede aquí y ahora, olvidándose de lo que sucederá después de la muerte.
Dedican fuerzas, energías, dinero y su tiempo para que salga electo su candidato. Llegan hasta el extremo del cansancio. Y unos ganan y otros pierden.
Las personas se olvidan de Dios. Y si le echaran las mismas ganas a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, la vida política sería otro cantar.
Si la política trata sobre el gobierno de la “polis” o ciudad, ¿cómo no vamos a meter a Dios en nuestras ciudades? Y hacemos justamente lo contrario. Si la política es hacer que todos y cada uno de los miembros del pueblo tengan cubiertas sus necesidades humanas básicas y que puedan progresar en su vida, ¿cómo no vamos a meter a Dios en sus vidas, si Dios es lo más importante para el ser humano? Pero hablarles de Dios no es políticamente correcto.
La falta de Dios explica estas caras. Pero también explica el porqué los miembros de un partido desconfían del otro y viceversa. Desconfianza del otro, porque no ven a Dios en el prójimo. Desconfianza en el otro porque el egoísmo los lleva a buscar lo que es importante para sí y no para el otro. Desconfianza en el otro, porque lo que proponen los partidos políticos no sacia sus vidas. Solo Dios basta.
Las elecciones terminaron. Ahora resta seguir el día a día. Ahora nos toca poner a Dios en lo que hacemos diariamente, aún en lo más simple. Si amáramos a Dios y al prójimo como Jesús nos enseño, les digo que este mundo sería muy diferente.