¿Cómo hacer oración? – Tipos de Oración
Continuamos la serie de artículos sobre la oración basados en el libro “The Better Part: A Christ-Centered resource for Personal Prayer” de John Bartunek.
Tipos de Oración
El Catecismo nos habla sobre tres tipos básicos de oración personal (sacando a un lado la oración litúrgica): la oración vocal, la oración meditativa, y la oración contemplativa; cada una de ellas tiene su lugar en la vida del Cristiano.
Oración Vocal
La oración vocal consiste en recitar oraciones ya hechas, de manera silenciosa o con la voz, uniendo la intención de nuestro corazón al significado de las palabras de la oración. Este es la clase de oraciones que recitamos antes de una comida o las oraciones que hacemos al ofrecer nuestro día al en la mañana. Estas palabras expresan nuestra fe, y esa expresión consciente, por su parte, refuerza y ejercita nuestra fe. Todo cristiano debería de tener algunas oraciones vocales favoritas; oraciones que expresen mejor la experiencia que tienen de Cristo; aquellas que ayudan en momentos de sequedad espiritual, de enfermedad o de dificultades.
Oración Meditativa
La oración meditativa o meditación es una oración menos formulada. Consiste en levantar nuestro corazón y nuestra mente a Dios cuando reflexionamos acerca de una verdad revelada por Dios. En ella participa nuestra inteligencia, nuestra imaginación, nuestra memoria, nuestras emociones, es decir, toda nuestra persona.
En la meditación, cuando tornas tu mirada a Dios revelado en Cristo, respondes a lo que descubres y conversas con Dios, en el silencio de tu corazón, usando tus propias palabras, acerca de lo que estás reflexionando al momento.
Reflexionar en la belleza de la creación de Dios, por ejemplo, puede llevar a tu corazón a expresar gratitud, admiración y alabanza. Reflexionar acerca de los sufrimientos de Cristo durante su crucifixión, puede mover tu corazón a expresiones de humildad, de arrepentimiento o de dolor. La esencia de la meditación cristiana es este intercambio entre Dios y el alma; es esa íntima conversación que puede tener un sin número de formas.
Sin embargo, con cualquier forma que tome, la meditación pone al alma en contacto con las verdades eternas; la pone en contacto con el amor y la bondad de Dios en sus muchas manifestaciones; y así, la alimenta. Así como el cuerpo necesita de la comida y de la bebida, el alma se alimenta de la verdad y del amor. Esta realidad es categóricamente olvidada por la cultura laical y materialista actual que niega la existencia de verdades morales y espirituales, y que reduce el amor a meros sentimientos. Por ello, la oración meditativa solo tiene sentido a la luz de esta realidad. Tu alma, tu intelecto y tu voluntad ansían la verdad y la bondad de la misma manera que el cuerpo ansía la comida y la bebida. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5, 6)
Este amoroso diálogo entre Dios y el alma en Cristo, por medio de la meditación, abre el alma a experimentar la mas grande de todas las verdades: la total, transformadora, e incondicional vida de amor que Dios tiene para ti. Esta experiencia, literalmente, alimenta tu alma; acrecienta tu capacidad para amar; te da energías y te inspira.
La oración meditativa, por tanto, ejercita las grandes virtudes cristianas de la fe, la esperanza y el amor; ayuda al alma, que ha sido herida por el pecado, tanto por el pecado original como el personal, a rehabilitar su capacidad de descubrir, de experimentar y de recibir la verdad, la bondad y la belleza de Dios.
La meditación cristiana difiere esencialmente de la meditación trascendental y de otras técnicas de concentración provenientes de la Nueva Era. La meditación cristiana es Cristo-céntrica; es un diálogo amoroso entre Cristo y el alma y en la cual, el alma crece en esta amistad. Empieza, con el Espíritu Santo, en la búsqueda de un mayor conocimiento y amor de Cristo; y termina con un renovado compromiso de seguir e imitar a Cristo en las circunstancias singulares de nuestra vida.
La meditación trascendental, por otro lado, es centrada en uno mismo. En vez de ser un diálogo con Dios, un abrir el alma a Dios, consiste, primordialmente, en calmar las pasiones del alma, induciendo una tranquilidad al interior cuando otros sentimientos y emociones la atormentan. La meta de la meditación trascendental es retirarse de la complejidad de la cosas alrededor de nuestra vida para así experimentar una tranquilidad emocional. La meta de la meditación cristiana es conocer, amar, y seguir completamente a Jesucristo; es descubrir y aceptar la voluntad de Dios más y más cada día.
La oración contemplativa
La oración contemplativa o contemplación consiste en una experiencia de Dios más pasiva y sublime. El la meditación, el alma busca a Dios; en la contemplación, es Dios quien levanta al alma, de manera que esta pueda recibir a Dios sin esfuerzo. Es el alma encontrando un atisbo de la grandiosidad de Dios en el silencio de su interior.
Muchas veces la meditación lleva a la contemplación – la línea que separa a ambas en muy fina. Cuando uno se ve que es levantado al silencio de la contemplación durante la meditación, no hay que temer. La práctica de la meditación cristiana gradualmente purifica el corazón y hace que nos familiaricemos con la voz y los caminos de Dios. Poco a poco, el alma se hará más dócil a los llamados de Dios, y Dios se revelará completamente.
Estos tres tipos de oración – oración vocal, meditación y contemplación – ponen al cristiano en contacto con las verdes praderas y las refrescantes aguas de la gracia de Dios. Son el camino seguro por el cual el Buen Pastor guía a sus ovejas.