Para ser cristianos hay que cultivar buenos hábitos
Hoy en día leemos en todas partes sobre cómo ser más productivos. Todos los ensayos y libros que hablan de este tema, tienen algo en común. Nos dicen que para ser más productivos debemos cultivar buenos hábitos. Estos hábitos pueden ser hábitos de organización, de laboriosidad, etc. Ahora bien, esto de los hábitos no es nada nuevo. Ya el cristianismo hablaba de hábitos mucho antes de esta nueva moda de productividad.
Los hábitos son acciones que cada uno de nosotros hacemos de forma fácil, ya que las repetimos muchas veces. Para que surja un hábito, debe darse una condición: repetir una y otra vez esa acción. Esa repetición constante, de la misma acción, lleva a que podamos hacerla con facilidad. Esto lo vemos en el mundo de los deportes. Los atletas practican y practican, una y otra vez, para dar el máximo en el deporte. Los soldados, policías y bomberos, practican y practican, las mismas acciones, para que cuando llegue el peligro, sepan como responder ante la emergencia.
En la vida cristiana los hábitos pueden dividirse en dos tipos: hábitos buenos y hábitos malos. Los hábitos buenos son aquellas acciones buenas que hacemos fácilmente y los hábitos malos son las acciones malas que hacemos fácilmente. Muchos autores espirituales católicos llaman a los hábitos buenos, virtudes; y a los hábitos malos, vicios.
Para ser buenos cristianos, debemos, cultivar buenos hábitos o virtudes. Por ejemplo: para ser almas de oración, debemos sacar tiempo para hacer oración. Si queremos ser almas eucarísticas, debemos ir a Misa. Poco a poco, estas acciones, ir a Misa o sacar un tiempo de oración, se nos impregnarán en nuestra vida; e ir a Misa o hacer oración se nos harán parte de nuestro diario vivir. Incluso nos sentiremos raros e incómodos si no la hiciéramos.
También, para ser buenos cristianos, debemos eliminar lo más posible los vicios que estén arraigados en nuestra vida. Si somos personas dadas a hablar mal de otros, una forma de acabar con este vicio es crear el hábito del silencio. Repetir una y otra vez estar en silencio cuando nuestra tendencia es hablar mal del otro. Si somos personas que nos encolerizamos fácilmente, el practicar muchas veces el reflexionar por qué nos encolerizamos, es una buena forma de evitar este mal hábito.
Como vemos, para acabar con los malos hábitos o vicios, la mejor forma de combatirlos es llevar a cabo un hábito bueno que contrarreste ese mal hábito. Si no hablamos, empecemos a hablar. Si no hacemos esto, empecemos a hacerlo. Si hacemos aquello y debemos dejar de hacerlo, empecemos a no hacerlo. Debemos estar pendientes de los vicios, pues muchos de ellos, en el fondo son pecados que no queremos echar a un lado.
Los hábitos buenos o virtudes son necesarios para nuestra vida cotidiana. Es una manera práctica de mejorar nuestra vida natural. Como he dicho anteriormente, para que la vida sobrenatural de Dios venga a nosotros, debemos poner de nuestra parte en lo humano o natural. El crecer en virtudes es un modo en el que podemos prepararnos para recibir la vida divina de Dios.
Es más, cuando los santos son canonizados, se dice que vivieron las virtudes de manera heroica. Por ejemplo: San Maximiliano María Kolbe entregó su vida en un campo de concentración Nazi, no porque hizo esta única acción heroica. Él, durante su vida como religioso, día a día, practicaba muchas virtudes. Cuando llegó el momento, pudo llevar a cabo este último acto de entrega total.
No podemos quedarnos sentados esperando por Dios. Tenemos que poner de nuestra parte. Debemos adquirir virtudes y eliminar vicios. Así, algún día, podrán decir de nosotros que hemos vivido heroicamente las virtudes… como muchos otros santos.