¿Cómo hacer oración? – Paso 2 – Consideración
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el que camina
·
04/28/2017
Paso 2 – La Consideración
- Ya que hemos controlado el bullicio de nuestro día a día en la concentración, ahora, estaremos listos para escuchar ese mensaje que Dios quiere darnos a conocer el día de hoy. Aquí tomamos un tiempo para hacer una reflexión profunda en la palabra de Dios, usualmente en aquella palabra que se encuentran en las Escrituras; aunque puede utilizarse cualquier otro libro de espiritualidad, vida u obras de santos, documentos de la Iglesia e incluso, obras de artes religiosas para nuestra consideración. Con el tiempo, y con la ayuda de nuestro confesor o director espiritual, podremos encontrar ese material que nos beneficiará mejoren nuestra vida espiritual.
- Durante esta etapa, leemos lentamente y concienzudamente el texto que tenemos para nuestra meditación. Reflexionamos sobre el texto; examinamos el texto; profundizamos sobre el texto. Lo volvemos a leer una y otra vez, buscando encontrar qué Dios nos está diciendo en el aquí y ahora de nuestras vidas. Utilizamos toda nuestra mente: nuestro intelecto, nuestra imaginación y nuestra memoria. También, involucramos nuestras emociones, viendo que relación tiene ese pasaje que leemos con nuestra propia vida.
- Este tipo de consideración en la meditación difiere sustancialmente del estudio. El objetivo de la meditación no es necesariamente aprender una nueva verdad, sino darle la oportunidad a Dios para hacer que estas verdades calen profundamente en nuestra mente y en nuestro corazón. Considerar una verdad, envuelve entenderla con una mayor claridad, con una mayor profundidad. Pero también envuelve saborearla, observarla y dejarla asentar en nuestras vidas.
- Este paso puede ser un gran reto en esta época de los medios de comunicación. La mente humana es capaz de maravillarse, de contemplar y de reflexionar, pero cuando la principal fuente de información son los medios de comunicación, estas capacidades quedan atrofiadas. Los medios de comunicación solo estimulan la superficie de la mente, con un constante y rápido flujo de imágenes y de información que imposibilitan su profundización. La meditación provees respiro ante el frenesí de esta estimulación mental y da al alma la oportunidad de amar y ser amado en la intimidad de un abrazo espiritual.
- Así como al cuerpo humano le toma algún tiempo para digerir la comida y obtener sus beneficios nutricionales, el alma necesita tiempo para ser sanada, iluminada y fortalecida mediante las verdades que Dios ha revelado a través de Evangelio de Jesucristo. Así como toma un tiempo para que las plantas absorban los rayos del sol y puedan crecer y florecer, el alma necesita estar por momentos debajo de la luz de Cristo para que la gracia de Dios pueda purificarla, animarla y sanarla.
- Dios sabe cuáles son aquellas verdades necesarias para nuestra alma. Por ello, parte de la etapa de la consideración es saber buscarlas. Dios nos habla a través de susurros, no por medio de tormentas. Por ello, debemos proceder en nuestra meditación de manera calmada y suave, tratando de cazar aquello que Dios nos quiere decir. Este es uno de los grandes misterios de la meditación. Cristo el Buen Pasto nos guía a las verdes praderas y a las aguas refrescantes de su verdad y de su gracia, algunas veces de manera que el camino es fácil, otras veces, el camino es arduo y difícil. Habrán días, en que se nos hará fácil saborear la palabra de Dios. Pero habrán otros, que nuestra meditación solo será trabajo tras trabajo, buscando su palabra.
- Este ejercicio de buscar lo que Dios quiere decir a nuestra alma, convierten la meditación cristiana en una búsqueda: “La meditación es una búsqueda orante, que hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo” (CIC 2723). Usualmente, mientras vamos leyendo y reflexionando en el tema de nuestra meditación, podemos detectar dónde el Espíritu Santo quiere que nos detengamos y profundizamos aun más, simplemente al darnos cuenta cómo reacciona nuestro corazón.
- En un jardín de hermosas flores y planta, tendemos a detenernos por más tiempo en aquella flor que consideramos más bella. En una galería de arte, ante varias obras de artes, nos detenemos en aquella que resuena más en nosotros, como si esa obra de arte estuviera hablándonos. Así es la meditación. Si hemos hecho el máximo para concentrarnos en Dios al momento del paso primero, el de la Concentración, al comenzar este paso segundo, cuando consideramos el material que tenemos para la meditación, habrá algo que siempre llamará nuestra atención; algo que saltará a nuestra vista, como si fuera señalado única y exclusivamente para cada uno de nosotros. Puede ser una frase del texto o alguna idea que salte a nuestra mente. Es la mano del Buen Pastor guiándonos. Es el Espíritu Santo llevándonos suavemente a ese alimento espiritual que nuestras almas necesitan.
- Si nada nos llama la atención, podemos intensificar nuestra consideración haciéndonos preguntas.
- Por ejemplo, si estamos considerando un pasaje de los Evangelios, podemos meternos en la escena haciendo preguntas fáciles como: ¿Quién o quiénes se encuentran en la escena? ¿Cuáles son sus sentimientos, qué hacen y qué dicen? ¿Cuándo fue este evento? ¿Dónde está sucediendo, cómo es el lugar? ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué sucede? ¿Cómo esta persona está reaccionando? En la medida que entremos más profundamente en la vida de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo guiará nuestras mentes y corazones a aquello que Él quiere que consideremos. Cuando lo encontremos, no dudemos de saborearlo.
- Otro enfoque que podemos utilizar es usar menos de la imaginación y más el razonamiento. Podemos considerar el material de la meditación haciéndonos preguntas analíticas: ¿Qué es lo que más me llama la atención de este pasaje? ¿Qué significado tiene? ¿Qué me dice acerca de Cristo, la Iglesia y del sentido de la vida? Y luego de considerar estas cosas a nivel abstracto, podemos considerarlas a un nivel más personal: ¿Qué significa esto para mi? ¿Qué me quiere decir Jesús en el aquí y ahora de mi vida? ¿Cómo esta verdad es relevante en mis luchas, en mi misión, en mi vocación, en mi vida espiritual, en mi amistad con Cristo y en mi viaje por la fe?
- Puede que nos tome la mayoría del tiempo dedicado a la meditación, en descubrir aquello que Dios quiere que consideremos. Ante esto, no debemos frustrados ni desanimarnos: durante esta búsqueda, estamos ejercitando las virtudes cristianas – fe en Dios, esperanza en su bondad, amor hacia Él, humildad y confianza en Él. Cuanto más difícil sea esta búsqueda, más virtudes son ejercitadas; el Espíritu Santo nos está dando un vigoroso entrenamiento en las virtudes. Dios sabe qué necesitamos y nos va guiando; Él es el Buen Pastor.
- Otras veces no encontraremos nada que nos llame la atención. En estos momentos Dios está haciendo su trabajo. Nunca dudemos de su presencia activa en la oración. Cuando no encontramos aquello para orar, en el material que hemos seleccionado para nuestra meditación, podemos libremente refugiarnos en nuestra imagen favorita de los Evangelios, o en aquella oración vocal favorita, o en aquel verso favorito – en otras palabras, volvamos a las aguas y a los verdes pastos que nos han alimentado en el pasado. Todo cristiano, que ha madurado en la oración, sabe que ha descubierto gradualmente aquello en los Evangelios que le provee de alimento a su alma.
- Otras veces sucederá que saltaran en nuestra alma muchos ideas para nuestra meditación y nos sentiremos abrumados. No debemos forzarnos. Tomemos una flor, una pintura, una idea a la vez y considerémosla hasta más no poder; hasta que nuestro corazón esté saturado. Luego nos movemos a la siguiente idea. Mientras la consideración de una idea continúe moviéndonos el corazón, no la soltemos; como si fuéramos una abeja, que no deja la flor hasta sacarle todo su néctar. Nunca podemos vernos forzados a movernos de una idea a otra, por el simple hecho de que debamos movernos. La oración es una conversación personal, no una mera operación de conectar todos los puntos.
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