¿Es Jesús tu amigo y también tu Dios?
Un día de estos quisiera hacer una encuesta. En esta encuesta preguntaría lo siguiente: ¿Cómo consideras a Jesús en tu vida? Las únicas opciones son: como un Dios, como un amigo o como un gran personaje de la historia que ha dicho un sinnúmero de dichos que son lindos al corazón y que me hacen sentir bien.
Muchos dirían que Jesús es mi amigo. Ahora bien, si les dijera que solo pueden escoger esta opción si tienen una verdadera vida espiritual y que esa vida espiritual conlleva comunión frecuente, confesión frecuente y oración diaria, a solas y en silencio, por al menos 10 minutos, muchos terminarían descartando esta opción.
Por tanto, la mayoría entonces, tiene dos opciones, o Dios o un gran personaje de la historia. Ahora, aclararía que para que escojas a Jesús como Dios, tienes que reconocerlo como es; tienes que comprender su poder y lo que espera de ti. Este reconocerle como Dios, conlleva un cambio radical en nuestras vidas. Un cambio de dejar el hombre viejo y ser regenerado por Él, dejando a un lado lo que hayamos hecho mal anteriormente. Es aquí, en donde los que se movieron a contestar la encuesta con esta opción, se deciden ir por la tercera opción. ¿Por qué? Porque muchos no estamos dispuestos a cambiar.
Si escogiste la tercera opción, la de un gran personaje de la historia, entonces no has comprendido lo que es Jesús para ti. Jesús no puede ser encasillado como un mero personaje de la historia, ya que es Dios hecho hombre, que ha venido al mundo a rescatarnos de la esclavitud del pecado. Un Dios que nos da su gracia para vencer las tentaciones. Es un Dios que es también tu amigo. Que se entregó por ti y fue clavado en la cruz, como señal de su verdadera amistad y de su verdadero amor por ti.
Jesús es tu Dios y es tu amigo. Como amigo, Él te espera, te busca, se hace el encontradizo. Quiere estar a solas contigo. Por eso te inspira a que le visites en el Sagrario; por eso te inspira a que estés a solas con Él en la oración. Es Dios porque tiene el poder de perdonarte tus pecados, tiene el poder de darte su gracia para que luches cada día en ser más santo y tiene el poder de darte cuanto necesitas, si es para tu bien espiritual y para alcanzar la vida eterna.
Por tanto, Jesús es tu amigo y tu Dios. Ahora cabe preguntarnos: ¿somos amigos de Jesús y lo consideramos como nuestro señor y Dios?