El tesoro de las Indulgencias
Hablamos anteriormente que la confesión perdona la “pena eterna”, en los casos de los pecados mortales y que nos queda a nosotros limpiar la “pena temporal”. Esa “pena temporal” la podemos ir borrando poco a poco según el tipo de gravedad del pecado cometido.
Podemos poner el siguiente ejemplo para iluminar estos casos: Si yo confieso que robé cien dólares a alguien, sabemos que eso es un pecado mortal. Nos confesamos y el sacerdote nos pone una penitencia de rezar tantos Padre Nuestros y Ave Marías. Ahora bien, el pecado ha sido perdonado en cuando a la “pena eterna”, pero ¿qué hay de la “pena temporal” que conlleva? Una forma de reparar el daño que se hizo es devolver de alguna forma esos cien dólares robados.
Otro ejemplo sería: si luego de mentir de que hicimos esto o aquello para que no se demostrara nuestro error, luego de confesarnos, decidimos admitir nuestro error al jefe o al supervisor. Eso también sería el borrar esa “pena temporal”.
Como vemos hay ocasiones claras en la que sabemos y podemos borrar esa “pena temporal”. Pero hay muchas otras ocasiones en las que luego de cometer un pecado no tenemos una forma fácil ni clara de reparar la “pena temporal” que conlleva.
Hay otra manera de poder eliminar las “penas temporales” por medio de las Indulgencias. La Indulgencia, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (#1471), “es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia”. En otras palabras, las penas temporales son reparadas si luego de habernos confesado sacramentalmente, llevamos a cabo ciertas condiciones que la Iglesia ha definido como medios de reparación.
Estas condiciones pueden ser, como por ejemplo algunos rezos en particular, visitar lugares sagrados, o hasta llevar el ajoro y las situaciones del día a día con espíritu cristiano y de penitencia. Dios, a través de los acontecimientos diarios, nos da medios de purificación constante.
Las indulgencias pueden ser solo de dos tipos: indulgencias plenarias e indulgencias parciales. Las indulgencias plenarias nos limpia de toda “pena temporal”, mientras que las parciales nos limpia solo de alguna parte.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (#1472), solo tenemos dos tiempos en los que podemos reparar por la “pena temporal”: durante nuestra vida o en el Purgatorio. Por eso las indulgencias son un medio dado por la Iglesia para que durante nuestra vida, podamos reparar por nuestras “penas temporales”.
El Purgatorio es ese lugar de purificación de las “penas temporales”, luego de nuestra muerte, solo en el caso de que no hayamos reparado totalmente nuestras “penas temporales” aquí en la tierra. En el Purgatorio, no podremos hacer oraciones para nuestra limpieza ni actos determinados, como son las indulgencias. Es solo en esta vida, antes de nuestra muerte, que podemos lograr del todo esa reparación.
Las indulgencias son solo aplicables a nosotros mismo o a las almas del Purgatorio. No pueden ser aplicables a otras personas ya que se requiere que la persona que haga la indulgencia, haga su propia confesión sacramental y esté en estado de gracia y eso no es posible saberlo con certeza, ya que cada alma es diferente. Solo podemos tener la certeza de nuestra propia alma. Pueden ser aplicables a las almas del Purgatorio, ya que sabemos con certeza que están en estado de gracia, por el mero hecho de estar en el Purgatorio, la cual es la antesala a la vida eterna.
Como vemos, las indulgencias son un tesoro que tenemos los cristianos para que día a día podamos acercarnos con más pureza a la vida divina de Dios y ayudar a las almas del Purgatorio a conseguirlo. La Bondad Suma, la Belleza Suma, el Amor Sumo, Dios, no puede recibirnos en la vida eterna si no somos del todo buenos, del todo bellos, ni si hemos fallado en el amor. Es por ello que en esta vida, debemos purificarnos para hacernos más buenos, más bellos, más llenos de amor para alcanzar esa intimidad con Dios. En otras palabras, Dios nos pide para entrar en su intimidad que seamos santos, pues ser santos es limpiar todas esas impurezas del alma para poder entrar en comunión con Él.
En mi próximo post hablaré de algunas de las Indulgencias que podemos llevar a cabo.